Capítulo 14: El Contrato

>> sábado, 11 de abril de 2009

El contrato

El día no podía terminar sin otra sorpresa más. Un par de horas después de que Gloria y doña Martha se retiraran de la biblioteca, la primera para terminar con su quehacer y la segunda para dormir la siesta, llegó imprevistamente otro visitante. Se trataba de Lucio Vargas, a la sazón director del Instituto Nacional de Antropología e Historia y jefe inmediato de la finada Inés. Lucio era un hombre entrado en los 60’s y, excepcionalmente para el gobierno, había escalado los escalafones de la burocracia poco a poco por lo que era un experto conocedor de todos los diferentes departamentos, retos y tareas que formaban parte del INAH ya que había pocas tareas que a lo largo del tiempo no hubiera desempeñado. Había conocido a Inés desde que esta regresara a México de Turquía y había cargado a Sofía en brazos. Era otro de los personajes a los que Sofía llamaba tío y esta le tenía una estima entrañable.

Gloria llevó al distinguido personaje a la biblioteca, convertida ya en cuartel indiscutible del trío conformado por Sofía y los gemelos.

“Tío Lucio,” le saludó gustosamente Sofía, “¿qué te trae por aquí? La verdad es que ya había yo pensado en visitarte.”

“Bueno, mi querida niña, aparte de volver a presentarte mis condolencias, necesito que me saques de un apuro.”

“¿De qué se trata?”

“Bueno, se que eres muy joven, y en otras circunstancias quizá no te hubiéramos considerado, pero la verdad, la temporada de excavaciones está por comenzar y queremos encargarte que termines el proyecto de Palenque que dejó inconcluso tu madre. Si alguien sabe algo sobre ese proyecto en el mundo entero esa eres tú. Si se lo encargamos a cualquier otra persona tendríamos que empezar desde cero y como bien sabes esta ya es la tercera temporada de trabajo.”

“Hay, tío Lucio, esto sí que me viene de sorpresa. Recién titulada y ya me honran con algo de tanta magnitud. No sé si estaría a la altura. Quizá si solamente asesorara al nuevo director del proyecto, pero hacerme totalmente responsable…”

“No seas tan modesta, Sofía, sabes perfectamente bien que aun sin haber estudiado antropología, tienes más conocimientos sobre el tema que muchos otros, aun hablando de gente que lleva años en el oficio. Tu traes todo eso desde la cuna.”

“Bueno, tío, si realmente es así, me siento muy honrada y trataré de no defraudar tu confianza. Pero tienes que saber algo antes de que me aceptes. Pronto me tendré que ausentar por unas semanas y lo tengo que hacer aun si me contratas.”

“¿Y de que ausencia se trataría?”

“No me lo vas a creer, tío Lucio, pero tienes frente a ti a una rica heredera y tendré que ir a Turquía a reclamar mi herencia.”

“¿En ese caso en realidad no te interesaría el trabajo?”

“Como bien acabas de decir, tío Lucio, traigo la arqueología en las venas y ni la herencia más cuantiosa del mundo me impediría pasar mis mejores momentos en una excavación, al contrario, si resulta suficiente incluso consideraría aportar los fondos para uno que otro proyecto que anda colgado por allí, pero eso todavía no te lo puedo decir porque no sé ni cuanto voy a obtener.”

“Ahora el sorprendido soy yo. ¿Y quién es el desafortunado pariente que te dejo tales cantidades?”

“Bueno, supongo que cuando se trata de herencias siempre hay un aspecto lamentable. Pero el pariente que me heredó toda esa fortuna es el hombre que fue mi padre biológico. Curiosamente murió el mismo día que mi madre.”

“Entonces te debo dar un doble pésame.”

“¡Aceptado!”

“Bien, ¿y el trabajo en la excavación?”

“Supongo que la temporada comienza como siempre el primero de abril. Eso me da unos días para preparar todo. Pero te tengo que pedir un favor a cambio. Necesito una casa en Palenque con media docena de recámaras, amplia y espaciosa.”

“¿Y para que quieres tanto espacio?”

“Eso es mi secreto, pero ya lo verás más adelante. En esta temporada habrá muchos invitados.”

“¿Y las condiciones de salario no las piensas negociar?”

“Qué sea lo que se necesite para rentar esa casa y un algo extra. Tengo que ir alimentando a mucha gente.”

“Bien, que no se diga más. Le hablaré a Ramiro ahora mismo para que consiga esa casa y comience a buscar a la gente.”

Sofía le dio las gracias efusivamente a Lucio y se abrazaron unos instantes antes de que este se retirara. Después de que se cerró la puerta, gritó, como encaramada en el mástil de un barco:

“Palenque, ahí vamos…”

Los gemelos habían escuchado la plática en silencio. Y se habían quedado muy callados.

“No pongan esa cara de tristeza.”

“Y cómo no hemos de ponerla si ya te vas tan pronto otra vez,” dijo Atabulo compungido.

“¡Qué no escucharon! ¿O es que se tienen que lavar las orejas?”

“Claro que escuchamos. Te vas a Palenque a dirigir la excavación durante una larga temporada que, como las demás debe durar hasta mediados o finales de octubre.”

“No, no escucharon nada bien,” les contestó Sofía, “he pedido una casa con media docena de recámaras. ¿Eso no les dice absolutamente nada?”

“Le dijiste al señor Lucio que era una sorpresa y que ibas a tener muchos invitados.”

“Bueno, los primeros invitados en esa lista son ustedes dos. Luego se irán agregando otros de esa lista de 12 que tenemos que ir juntando.”

Azalea se quedó boquiabierta, mientras Atabulo, imitando los movimientos que Sofía hiciera unos momentos antes, gritó:

“¡Palenque, ahí vamos!”

continúa leyendo el siguiente capítulo: Un milagro llamado trabajo

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